Olvidemos ser adultos por un día y juguemos a esos juegos que desde chicas nos robaban una sonrisa, como saltar la soga o jugar a la casita en el patio de atrás de casa. Andar en bicicleta desde la tarde hasta que cayera el sol y bailar hasta sacarnos los zapatos de dolor...
Volvamos por un día a esos momentos que marcaron nuestras vidas, como aquellas meriendas de chocolatada y galletitas.
Tomémonos de la mano y vayamos al carrusel de la alegria, vayamos a la diversión sin fin e inocente, nutriéndonos de la simpleza de la vida.